jueves, 20 de agosto de 2015

El egoísmo en los niños (o mi contrariado verano)

Me han robado la playa. La arena y el mar,  ¿el arena y la mar?… Da igual, hoy no hablo de letras, sintaxis, fonemas… Hoy hablo de robos.

Estaba intentando no perder los nervios, no adelantar y pensar en eso del compartir que siempre dice Lamama “Hay que compartir, cariño, déjaselo al nene que tú lo tienes todos los días”, y el nene en cuestión me mira rotundo, con el pecho henchido de orgullo, avalado en su hurto perverso.

Pensé que iba de eso, de mirarles un rato en su disfrute para conseguir que, finalmente, la playa vuelva a mí, y todos a sus casas. Pero no. Aquí nadie se pira.

Aquélla playa inmensa, de paz, sosiego y arena lisa tiene más gente que olas en su mar, y he pasado de corretear a mis anchas a tener que sortear todo tipo de veraneantes, que vienen con su kit completo de usurpador: sombrillas, sillitas, toallas para tomar el sol, toallas para el secado, neverita, colchonetas. ¡Usted me ha robado la playa, no me robe también las vistas! me dan ganas de gritarle. Pero sólo me sale” No, no, nooo”. Y me frustro más todavía, porque no me hago entender y no puedo reconquistar mi playa.  

En mis paseos a salto de mata  por la orilla, intento reconocer a los lugareños, para transmitirles mi empatía, para que sepan que no están solos en su aflicción. Busco a aquel sencillo pescador inmune a las bajas temperaturas, al cazatesoros que paseaba su máquina detector de metales, y a los dos o tres más que solía encontrar entonces, cuando todo estaba en orden y reinaba la tranquilidad y la quietud. Les reconozco por el brillo de los ojos que, como el mío, se ha tornado pálido, a la espera de tiempos mejores en los que volver a brillar.


Grandes los cerdos egoístas de Andy Riley... ¿Y si probara yo con aletas de tiburón?


Qué disgusto. Esto del compartir, digo.

Pero como de todo, eso sí, hay que sacar el lado positivo,  me digo: mira el horizonte, hay cientos de palas y rastrillos para el disfrute. Pelotas, cometas y castillos de arena que arrasar. Así que corro como un conejo, a saltos rápidos y arrítmicos, y me abalanzo sobre una pala grande y hermosa, potencial de grandes alegrías a corto plazo. Y justo cuando la he alcanzado y la recojo con un gusto bárbaro,  resulta que un nene que está en mi playa, en mi arena, me la arrebata con un bufido hablándome de propiedades. Y yo, en medio de una oleada visceral que amenaza temblores varios de mi pequeño cuerpito, puedo pensar a duras penas que qué le han enseñado a este tío. Que cómo es que Sumama no le ha dicho que aquí hay que compartir y a joderse.  

Y como el nene no cede en mi empeño, espero a que llegue Lamama que ya parece divisarnos pues hace más aspavientos que de habitual.

Cariño, dice, y yo empiezo a henchir mi pecho enclenque, mientras me relamo el hocico sabiendo que tengo las de ganar porque: mira nene, tú eso lo tienes todos los días. Pero no, resulta que la melodía cambia y Lamama me explica que hay que preguntar primero, que la pala es del nene, que yo tengo mis palas y que… No sé, y que no sé porque ya no la escucho, ya he sucumbido a la indignación y grito colérico para que me oigan en todas las playas del mundo.

Por lo general el disgusto me dura poco porque aparece Sumama, Supapa o Sutío, que anima al nene infame a compartir. Y pala arrebatada, pala adquirida. Yo apenas puedo henchir ya el pecho, afligido y contrariado, pero intento disfrutar de mi nuevo tesoro y de mi propia identidad.

Sí, identidad. Parece ser que entro en una etapa un poco egoísta, y no sólo me pasa a mí y al infame ese de la playa, nos pasa a todos los nenes porque así nos hizo la naturaleza. Dicen los blogs serios de maternidad –a estas alturas ya habrán entendido que aquí no se encuentran ese tipo de pautas- que el proceso es lento, y hay que darnos cuartelillo… unos seis años. Primero tengo que aprender a distinguir lo mío de lo del resto (tengo clarísimo lo que es mío, ¡de lo que dudo es de que haya tantas cosas que no lo sean!); he de aprender a compartir (qué culpa tengo yo de que nadie quiera mi mierda pala, ¿eh?), y por último, cultivar el arte de regalar (será una mierda pala, pero es mía. ¡Mía!).

En fin, que me dan más de un lustro para eso, que no tengo porqué empezar a sudar como lo estoy haciendo. Será que hace calor.

Lo que no entiendo muy bien, es ese punto dos: Compartir. ¿Hasta cuándo? ¿Cuándo hay que empezar a preocuparse? ¿Acaso los prestamos no tienen un principio y un fin? ¿Cuándo podemos empezar a hablar de robo?

Que no, blogs serios, que no me cuenten milongas… que a mí me han robado la playa…

lunes, 17 de agosto de 2015

El arte de la dispersión

Reconozco que siempre me ha costado saber estar. A ver, no voy por ahí dando la nota. Para nada. Soy bastante tranquila y serena, así creo que me ven desde fuera. Y qué bien, que se vea lo de fuera, digo, porque a veces el interior tiene alto oleaje y riesgo de naufragio. Pero no me entiendan mal, no vivo en continua marejada; además, las olas, peces, pecios y lindos caballitos de mi mar son míos y no quiero sacarlos a flote. Digo, a ver si me centro, que me cuesta saber estar. Pero no hablo de protocolos. El caso es que soy dispersa. Así, como en este primer párrafo que ya empezaba a navegar por otras aguas sin ir al grano. Ese es el tema: la dispersión.



Ser así mola. O no. Depende del momento y la faena, pero con un nene a cuestas, la cosa se complica. Si empiezo a dispersarme en esos viajes míos de mi cabeza, Elprenda ya se ha ido por peteneras y está cascando a cualquier amiguito que –pobre de él- se le cruzó en el camino, o a punto de sucumbir a grandes escalones -le hipnotizan-. Tener a Elprenda al lado significa Sentidos Modo On si no quieres que sufra un descalabro. Menos mal que el dicho “el tiempo todo lo cura” ya va haciendo efecto, y parece que algunas mortíferas manías que presentaba el nene se van amortiguando. Al menos el sentido del gusto se le ha refinado, y ya prefiere el pan a las piedras. Aunque eso no quita algún que otro lametazo furtivo a deshoras.

Él sabe que no hay que hacerlo porque dice “No No” alto y claro, pero igual de claro saca la lengua y prueba.

En cierto sentido, he de agradecer a Elprenda que me haya centrado un poco. Aunque es jodido ese punto medio de virtud cuando se tienen menos horas de sueño y varias contenciones de aliento diarias. Pero me está ayudando con esa faceta mía de viajar por otras dimensiones a todas horas. Ponga un Prenda en su vida y practique la meditación unos minutos al día y verá lo bien que alcanza el “Aquí y Ahora”. 

Por otro lado, cuando Elprenda no está presente -que buenas horas hace en la escuelina montando la revolución o no sé qué historias, pero ojos que no ven corazón que no siente-; ese poso de no dispersión sigue haciendo un poco mella en mí. Y organizo mi vida mejor que cuando no era madre, porque entiendo lo limitado del tiempo, y he convertido la cantinela del “ahora o nunca” en mi eterna aliada.

Ando ahora escribiendo textos sobre Seguros – sí sí, en eso me hallo-, y voy lanzando Beneficios y Ventajas, Coberturas y Restricciones a trote y moche sin remoloneo ni dilaciones. De Hogar, de Viaje, de Historias que válgame usted… ¿en serio quiere asegurarse? Y vuelan por la habitación como listas de mis Top 5 de mejores viajes dispersos. Estoy a todo trapo. Y hasta tengo tiempo de aplicarlo a mi propia vida adaptando cláusulas a mi condición de persona tendente a la dispersión.
Seguro Elprenda – Especialmente diseñado para padres y madres que gustan del regodeo y el disfrute, postergando quehaceres porque: mañana ya se verá. El Prenda garantiza la tranquilidad del asegurado y de toda su familia sabiendo que las tareas estarán hechas a tiempo. Con una vigencia de 18 años, ofrece interesantes planes según preferencia del tomador.

  •           Plan A: Elprenda colocado en la Escuelina hasta las 13 horas. Le da la opción de poner su vida en orden durante toda la mañana.
  •         Plan B: Elprenda colocado en la Escuelina hasta las 17 horas. Le da la opción de poner su vida en orden realmente.

Pero ya saben que me gusta acabar los post siendo un poco más realista, porque como habrán visto, Elprenda no ha terminado de curar mi dispersión del todo… Y es que ya se sabe que, siguiendo con los refranes, de casta le viene al galgo, o de tal palo tal astilla… y de vez en cuando, aún con (mucha) tarea por hacer, practico la ambivalencia de mi hijo:
Me tiro a la bartola mientras me digo “No No” alto y claro, pero igual de claro me voy acomodando y… Ancha es Castilla. 

lunes, 3 de agosto de 2015

Con P de Prenda

Últimamente me estoy soltando. Tiré amarras, liberé lastre y navego por aguas idiomáticas. Estoy ahí, ojo avizor a ver qué pesco. Normalmente pequeñas sardinillas en forma de pes, uves y alguna que otra erre, que al topar de pleno con mi paladar se convierte en ele por mucho empeño que yo le eche.

A veces pienso que Lamama o algún que otro avispado arde en deseos de enjaularme y darme alpiste porque estoy hecho un loro de armas tomar. Vocablo que veo digno de mi persona ahí repito y lepito y lepito y lepito y zzzzz. No puedo evitarlo.

Uno de mis términos fetiches es culo. No sé, un día lo dije y causé gracia y ahora no puedo desasirme de él. Si otros cuentan ovejas para dormirse, yo irremediablemente cuento culos. Lamama anda ya un poco desquiciada, así que trato de transmitirle que no es  befa ni pura jarana, que en realidad sale de mí sin yo apenas darme cuenta. Creo que no me cree.

De todas formas, he de decir que el lenguaje es complicado para el que así lo quiera. He comprobado que con una sola letra combinada a virtud con las cinco vocales y algún que otro apoyo, uno puede echarse a correr y llegar a meta victorioso habiendo dicho lo justo, necesario y meritorio. Así, sin mucho miramiento, puedes hacerte entender a las mil maravillas sin rozar siquiera el desaliento.

Esa letra es la “p”.


El resto de consonantes son sustentáculos, las pobres.

El lenguaje, estoy seguro, se inventó en torno a esta letra, y las demás vinieron para alegrarle un poco la fiesta, para no lidiar en soledad en un mundillo de locos juglares, milongueros y poetas lisonjeros. He dicho.

Yo podría vivir en un mundo de Pura P. Normalmente tengo tres opciones de tarde: parque, playa o piscina. Si la cosa se pone mala siempre nos queda un pobre patio. Para jugar no puede faltarme una pelota, y cuando sea grande tendré el patinete.  Cualquier conversación que se me imponga puedo solventarla en base a esta letra.

- ¿Qué quieres comer?
- Pavo. -Afirmo. Rotundo-
- No, pavo no, mejor ternera en salsa
- Pues...

Listo, conversación zanjada gracias a la p.

Ojo, no quiero decir que se deje uno ningunear a la mínima, que va… luego basta con no abrir el pico en la hora del almuerzo y a correr. Sin embargo, en este caso sí lo abrí, la ternera en salsa me gusta mucho. Las perneras me dan un poco más igual, sin embargo las mías siempre acaban también en salsa.

Las necesidades básicas las cubren a la perfección las pes. Las viandas, claro está, han de ser también expulsadas. Pues bien, la “P” llega rauda y veloz a la ayuda del cagado para solucionar el problema, y hacer saber a El Páter, Lamama o quienquiera que ande cercano y pueda limpiarme el culo, que es hora de recambio.

- Pipí
- ¿Te has hecho pis? ¿Cambiamos el pañal?
- Pues...

Hecho, conversación zanjada con la p. Y uno limpio y seco.

Que las aguas han sido mayores:
- Pastel
- ¿Sí? ¿Quieres un dulce?
- Plasta
- Ah, que te has cagado.

Y solucionado, uno fresco y limpio todo primoroso y con una galleta reluciente en cada mano.

La p ayuda también como elemento de defensa. Digo Para, y tras varios rifirrafes –también es cierto- acaban dejándome tranquilo. Digo Paso, y consigo zafarme de esa absurda actividad que parecía querían imponerme. Digo Pesado, Pelma o Pringado y el tipo que me estaba tratando como a un monillo de feria queda desarmado y huye cabizbajo. Ah, ¡adoro esa letra!

Volviendo al ocio, sé que uno crece y los gustos cambian, al patinete y la pelota les seguirán los puzles, y después las pelis y las pizzas, así en combo. También con P se dicen otros interesantes “vicios”. No quiero decir con esto que uno vaya a caer, no… Pero ha de saber Lamama que estaré perfectamente capacitado para nombrarlos y decir No… Aunque yo soy más de decir Pues o Puede, ya saben….

Pero esto de aquí es para los días flojos. Por lo general prefiero esforzarme y aprender otros vocablos aunque no tengan lindas pes de por medio. Así puedo decir “culo” sin que la p se sienta traicionada. Y si la veo pocha, languideciendo allá a lo lejos, avocada al ostracismo, grito alto y fuerte: Pedo, culo, Pis… Y los dos nos reímos a pierna suelta (la p y el menda) aunque Lamama se tire de los pelos.