paleto,
ta.
(De paleta).
O sea, que era esto. Pues sí, soy de pueblo, costero para
más señas, y cuando vengo a la ciudad y veo rodar lozano un autobús de
proporciones descaradas, pues venga, vale: alucino. Y si me montan en un
ascensor de vista panorámica pues que menos que Lamama ha de incrustarme, de
nuevo, los ojos en las cuencas. Que sí, que puedo ser de lo más rústico, pero
en plan: “qué mono tu pisito, es de lo
más rústico”. Así sí me identifico; ideal como una casa de campiña. Si me
llamas zafio, mejor no hablamos. Y es que has de saber que la cara de estupor que
consideras de paletos (¿tengo algo en los dientes?, pregunto a Lamama tratando
de identificar el motivo de la referencia a mi incisivo superior) la pongo a
diario en el pueblito. Sí, cada noche, cuando el mar refleja la luna y la luz
rotatoria del faro me regala la silueta de mi santo pueblito. Caigo embelesado
ante su magnificencia, y suspiro tanto que puedo llegar a despertar a los
vecinos con mi canto de amor.
Y entonces sí, ante tal disparate de gallardía y belleza, puedo
cumplir de un soplido las tres acepciones referidas. Porque rompo a correr como
un gamo, pierdo los papeles a dos manos y no deseo trato con nadie.
Reconozco que ahora sí, que me vuelvo algo tosco en modales al realizar mi baile
paleto, que celebra el paisaje que la inmensidad regala. Es entonces cuando, ya metido en faena, gruño
como un bisonte que no puede soportar la perfección que contempla. Y mi rugido traspasa fronteras, llegando el
eco paleto a los albores de la city, haciendo tambalear todos los elevadores panorámicos.Y los conductores de autobús pisan el freno, asustados
por un sonido aldeano que llega allende los mares. Jajaja, me digo mientras
bailo, si serán catetos…
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