Mostrando entradas con la etiqueta Elprenda al habla. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Elprenda al habla. Mostrar todas las entradas

jueves, 1 de octubre de 2015

Octubres

La eternidad del tiempo cuando se es niño es taaan inusitada… Lamama cree que hace dos días fue el minuto anterior y para mí han pasado perpetuidades. -Pero si te lo acabo de decir-, me dice. Y yo pienso que entre mi corta memoria y estos minutos perennes que acontecen, voy listo. Bueno, va lista ella. En realidad yo sigo una filosofía de vida muy en boga, deseada por muchos, soñada y perseguida. Así que cuando me salta con eso de -¿Pero otra vez? ¿Pero te lo tengo que volver a decir? Yo resoplo y dignamente:

-Carpe diem, mama. Carpe diem. 

No sé muy bien qué estoy diciendo pero se lo he escuchado a Elpáter varias veces, y creo que ahí está muy bien metido. Lo sé porque Lamama empatiza enseguida y me contesta con el lenguaje cifrado bendito: Delirium tremens ipso facto, me pareció entender.

Venía yo hablándoles del tiempo y de las horas porque por lo visto van diez. Sí, diez. Octubres. Yo sólo de pensarlo me estremezco porque una década da para nacer varias veces. Podríamos ser ya infinitos Prendas si se hubiesen aplicado en un principio.

En el fondo, he de agradecer la desidia en el asunto pues sin duda ha promovido mi llegada. Vete tú a saber si hubiese estado el horno para bollos tanto tiempo más tarde, con otros niños haciendo de las mías sin yo poder verlo, y dejándome mal desde un principio. La suerte se puso de mi lado y conseguí llegar a puerto. Además, encontré resplandeciente el útero materno… ¡Cómo lo echo de menos, caramba!

Y como he sido el primero, mi nombre fue elegido cabalmente cuando, por lo visto, Lamama quitó a Elpáter sus ideas revolucionarias y se impuso la sensatez. Es algo que he escuchado varias veces en este tiempo vivido. Gracias a Lamama mi DNI no estará en las páginas de esos periódicos chuscos que presentan listas de documentos de identidad que lucen nombres de traca. Me salvé en el último instante –por lo visto- de compartir página con Shakespeare Mozart Armstrong Correa Pérez. Aunque Elpáter tiene más clase, y mi apelativo hubiese sido más del tipo Karl Tupac de los Claveles Proletario. ¡Ay!

Pero esta entrada no va de eso, no. Hoy estamos de gala, yo fundamentalmente, porque semejante aguante, con la infinitud espacio-temporal que eso conlleva, es digno de elogio. Este tipo de cosas me inclinan a pensar en la falacia de los adultos; eso que dicen de la memoria y su mejora, que de aquí a unos años empezaré a acordarme de las cosas. Yo creo que ellos se olvidan mal y pronto de según qué aconteceres porque si no, esto no se explica…

Por Martín Elfman (compañero de viaje)

Una década atrás Lamama volaba a Edimburgo a ver qué onda transmitía ese joven Páter, y qué aventuras y desventuras empezaban en tierra lejana. Así, grosso modo, me he podido enterar de que vivieron en una casa ocho personas casi cuatro años, y en verano eran dieciséis (pero Carpe diem, oye, diría Elpáter). Que llovía y los adoquines se volvían gris oscuro. Las caras se enfriaban bajo ese cielo de colores imposibles señalado por un sinfín de cúpulas puntiagudas; pero los corazones estaban calientes. Había largas tardes de té, mucha guitarra, muchas charlas, pintas con sabor a regaliz. Había una suerte de nacionalidades dispersas a las que el destino cruzó para entenderse y conocerse. Había siempre, por lo visto, un olor a cebada que lo impregnaba todo.

Y si no fuera esto suficiente, volaron a La Paz, la ciudad más alta de La Tierra, para seguir su aventura expatriada aún más lejos. Y siguió habiendo mucha guitarra, y chuño y fricasé; y actividades culturales, y nuevos compañeros de vida y de viaje, y charlas y paseos por las nubes.

Y aunque nunca más se bajaron de las nubes –no hay que ser adulto para notar esto- sucedió lo que parecía ya del todo imposible: regresaron. Y lo hicieron para probar la tranquilidad que otorga un pueblito costero más cercano al origen. “Se acabaron las fuertes emociones y los corazones latientes de las antípodas”, pensaban. Pero aquí estoy yo, y tuvieron que reescribir esta última frase: “Se acabaron las antípodas. Empiezan las emociones fuertes. Tengo el corazón en la boca”.

No sería capaz de contar aquí intimidades de mis padres. Bueno, al menos no hoy. Dejémosles tener la fiesta en paz. Diré solamente que adaptarse al mundo en general es toda una historieta, así que imagino que adaptarse a alguien en particular puede ayudar a sobrellevarlo. Si no, no me explico…

Imagino, además, que Lamama hizo suyo un poco eso del Carpe diem, y cuando las cosas se ponen de color de ala de mosca (como diría Elpáter, qué genio el tío) acaba creyéndoselo del todo.

Que siga la fiesta. Alea iacta est.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Lo vamos hablando

Ha debido de venir un mago porque hace algunos meses no daba yo ni un duro. Por mí; por estos ruidos raros que emiten los mayores. Se miran, o ni eso, y se lanzan runrunes explosivos.

Hablan, dicen.

Llegué a pensar que no existía la lógica. Que soltaban estruendos por la boca al tuntún, pero el caso es que acababan poniéndose de acuerdo. O no, claro.
Al no ser el lenguaje gratuito sino por objetivos, tuve que aplicarme. Y lo hice, que hasta entiendo latín si me descuido. Articular… era otro tema.

Pero de pronto largo hasta con consonantes. Así que creo que ando encantado. Pero de hechizo, digo. Aunque también, a qué negarlo, de puro deleite pues hacerse uno entender es para quedarse pasmado de por vida. Luego uno se va recuperando, o eso parece, porque los grandes cantan y departen sin mayor arrebato, ¿No les parece? Lo vamos hablando.

----------------------------

RETO #150 PALABRAS: 
MAGO, BOCA, CONSONANTES

Con este post participo de nuevo en la entrega dominical #150palabras. Bueno, Elprenda, que una vez más ha tomado la iniciativa.
A Elprenda le gusta divagar de este mundo nuestro que anda conociendo de a poquitos. Como es un intenso, trata de hacerlo a grandes cucharadas. Lo hace aquí, pero ha pensado que cientocincuentapalabras pueden ser suficientes para contar lo mucho que ya habla. Hasta ha estado a punto de grabarlo en podcast porque ahora prefiere la lengua al teclado, dice. 

#150 palabras es una iniciativa de Marta (Diario de algo especial). ¡Pásate a conocerlo!



Para conocer como nació esta idea de 150 palabras y las reglas, puedes hacer click aquí.
1. Marta  5. Utopía (kaykantauri-cronista)  
2. Aprendiendo con Julia - Cuentos infantiles  6. The Blue Monster  
3. Cuestión de madres  7. Lamama  
4. anya  



domingo, 6 de septiembre de 2015

Si serán catetos

paleto, ta.
(De paleta).
1. adj. Dicho de una persona o de una cosa: Rústica y zafia. U. t. c. s.
2. adj. Dicho de una persona: Falta de trato social. U. m. c. s.
3. m. gamo.

O sea, que era esto. Pues sí, soy de pueblo, costero para más señas, y cuando vengo a la ciudad y veo rodar lozano un autobús de proporciones descaradas, pues venga, vale: alucino. Y si me montan en un ascensor de vista panorámica pues que menos que Lamama ha de incrustarme, de nuevo, los ojos en las cuencas. Que sí, que puedo ser de lo más rústico, pero en  plan: “qué mono tu pisito, es de lo más rústico”. Así sí me identifico; ideal como una casa de campiña. Si me llamas zafio, mejor no hablamos. Y es que has de saber que la cara de estupor que consideras de paletos (¿tengo algo en los dientes?, pregunto a Lamama tratando de identificar el motivo de la referencia a mi incisivo superior) la pongo a diario en el pueblito. Sí, cada noche, cuando el mar refleja la luna y la luz rotatoria del faro me regala la silueta de mi santo pueblito. Caigo embelesado ante su magnificencia, y suspiro tanto que puedo llegar a despertar a los vecinos con mi canto de amor.


Y entonces sí, ante tal disparate de gallardía y belleza, puedo cumplir de un soplido las tres acepciones referidas. Porque rompo a correr como un gamo, pierdo los papeles a dos manos y no deseo trato con nadie. Reconozco que ahora sí, que me vuelvo algo tosco en modales al realizar mi baile paleto, que celebra el paisaje que la inmensidad regala. Es entonces cuando, ya metido en faena, gruño como un bisonte que no puede soportar la perfección que contempla. Y mi rugido traspasa fronteras, llegando el eco paleto a los albores de la city, haciendo tambalear todos los elevadores panorámicos.Y los conductores de autobús pisan el freno, asustados por un sonido aldeano que llega allende los mares. Jajaja, me digo mientras bailo, si serán catetos…

jueves, 20 de agosto de 2015

El egoísmo en los niños (o mi contrariado verano)

Me han robado la playa. La arena y el mar,  ¿el arena y la mar?… Da igual, hoy no hablo de letras, sintaxis, fonemas… Hoy hablo de robos.

Estaba intentando no perder los nervios, no adelantar y pensar en eso del compartir que siempre dice Lamama “Hay que compartir, cariño, déjaselo al nene que tú lo tienes todos los días”, y el nene en cuestión me mira rotundo, con el pecho henchido de orgullo, avalado en su hurto perverso.

Pensé que iba de eso, de mirarles un rato en su disfrute para conseguir que, finalmente, la playa vuelva a mí, y todos a sus casas. Pero no. Aquí nadie se pira.

Aquélla playa inmensa, de paz, sosiego y arena lisa tiene más gente que olas en su mar, y he pasado de corretear a mis anchas a tener que sortear todo tipo de veraneantes, que vienen con su kit completo de usurpador: sombrillas, sillitas, toallas para tomar el sol, toallas para el secado, neverita, colchonetas. ¡Usted me ha robado la playa, no me robe también las vistas! me dan ganas de gritarle. Pero sólo me sale” No, no, nooo”. Y me frustro más todavía, porque no me hago entender y no puedo reconquistar mi playa.  

En mis paseos a salto de mata  por la orilla, intento reconocer a los lugareños, para transmitirles mi empatía, para que sepan que no están solos en su aflicción. Busco a aquel sencillo pescador inmune a las bajas temperaturas, al cazatesoros que paseaba su máquina detector de metales, y a los dos o tres más que solía encontrar entonces, cuando todo estaba en orden y reinaba la tranquilidad y la quietud. Les reconozco por el brillo de los ojos que, como el mío, se ha tornado pálido, a la espera de tiempos mejores en los que volver a brillar.


Grandes los cerdos egoístas de Andy Riley... ¿Y si probara yo con aletas de tiburón?


Qué disgusto. Esto del compartir, digo.

Pero como de todo, eso sí, hay que sacar el lado positivo,  me digo: mira el horizonte, hay cientos de palas y rastrillos para el disfrute. Pelotas, cometas y castillos de arena que arrasar. Así que corro como un conejo, a saltos rápidos y arrítmicos, y me abalanzo sobre una pala grande y hermosa, potencial de grandes alegrías a corto plazo. Y justo cuando la he alcanzado y la recojo con un gusto bárbaro,  resulta que un nene que está en mi playa, en mi arena, me la arrebata con un bufido hablándome de propiedades. Y yo, en medio de una oleada visceral que amenaza temblores varios de mi pequeño cuerpito, puedo pensar a duras penas que qué le han enseñado a este tío. Que cómo es que Sumama no le ha dicho que aquí hay que compartir y a joderse.  

Y como el nene no cede en mi empeño, espero a que llegue Lamama que ya parece divisarnos pues hace más aspavientos que de habitual.

Cariño, dice, y yo empiezo a henchir mi pecho enclenque, mientras me relamo el hocico sabiendo que tengo las de ganar porque: mira nene, tú eso lo tienes todos los días. Pero no, resulta que la melodía cambia y Lamama me explica que hay que preguntar primero, que la pala es del nene, que yo tengo mis palas y que… No sé, y que no sé porque ya no la escucho, ya he sucumbido a la indignación y grito colérico para que me oigan en todas las playas del mundo.

Por lo general el disgusto me dura poco porque aparece Sumama, Supapa o Sutío, que anima al nene infame a compartir. Y pala arrebatada, pala adquirida. Yo apenas puedo henchir ya el pecho, afligido y contrariado, pero intento disfrutar de mi nuevo tesoro y de mi propia identidad.

Sí, identidad. Parece ser que entro en una etapa un poco egoísta, y no sólo me pasa a mí y al infame ese de la playa, nos pasa a todos los nenes porque así nos hizo la naturaleza. Dicen los blogs serios de maternidad –a estas alturas ya habrán entendido que aquí no se encuentran ese tipo de pautas- que el proceso es lento, y hay que darnos cuartelillo… unos seis años. Primero tengo que aprender a distinguir lo mío de lo del resto (tengo clarísimo lo que es mío, ¡de lo que dudo es de que haya tantas cosas que no lo sean!); he de aprender a compartir (qué culpa tengo yo de que nadie quiera mi mierda pala, ¿eh?), y por último, cultivar el arte de regalar (será una mierda pala, pero es mía. ¡Mía!).

En fin, que me dan más de un lustro para eso, que no tengo porqué empezar a sudar como lo estoy haciendo. Será que hace calor.

Lo que no entiendo muy bien, es ese punto dos: Compartir. ¿Hasta cuándo? ¿Cuándo hay que empezar a preocuparse? ¿Acaso los prestamos no tienen un principio y un fin? ¿Cuándo podemos empezar a hablar de robo?

Que no, blogs serios, que no me cuenten milongas… que a mí me han robado la playa…

lunes, 3 de agosto de 2015

Con P de Prenda

Últimamente me estoy soltando. Tiré amarras, liberé lastre y navego por aguas idiomáticas. Estoy ahí, ojo avizor a ver qué pesco. Normalmente pequeñas sardinillas en forma de pes, uves y alguna que otra erre, que al topar de pleno con mi paladar se convierte en ele por mucho empeño que yo le eche.

A veces pienso que Lamama o algún que otro avispado arde en deseos de enjaularme y darme alpiste porque estoy hecho un loro de armas tomar. Vocablo que veo digno de mi persona ahí repito y lepito y lepito y lepito y zzzzz. No puedo evitarlo.

Uno de mis términos fetiches es culo. No sé, un día lo dije y causé gracia y ahora no puedo desasirme de él. Si otros cuentan ovejas para dormirse, yo irremediablemente cuento culos. Lamama anda ya un poco desquiciada, así que trato de transmitirle que no es  befa ni pura jarana, que en realidad sale de mí sin yo apenas darme cuenta. Creo que no me cree.

De todas formas, he de decir que el lenguaje es complicado para el que así lo quiera. He comprobado que con una sola letra combinada a virtud con las cinco vocales y algún que otro apoyo, uno puede echarse a correr y llegar a meta victorioso habiendo dicho lo justo, necesario y meritorio. Así, sin mucho miramiento, puedes hacerte entender a las mil maravillas sin rozar siquiera el desaliento.

Esa letra es la “p”.


El resto de consonantes son sustentáculos, las pobres.

El lenguaje, estoy seguro, se inventó en torno a esta letra, y las demás vinieron para alegrarle un poco la fiesta, para no lidiar en soledad en un mundillo de locos juglares, milongueros y poetas lisonjeros. He dicho.

Yo podría vivir en un mundo de Pura P. Normalmente tengo tres opciones de tarde: parque, playa o piscina. Si la cosa se pone mala siempre nos queda un pobre patio. Para jugar no puede faltarme una pelota, y cuando sea grande tendré el patinete.  Cualquier conversación que se me imponga puedo solventarla en base a esta letra.

- ¿Qué quieres comer?
- Pavo. -Afirmo. Rotundo-
- No, pavo no, mejor ternera en salsa
- Pues...

Listo, conversación zanjada gracias a la p.

Ojo, no quiero decir que se deje uno ningunear a la mínima, que va… luego basta con no abrir el pico en la hora del almuerzo y a correr. Sin embargo, en este caso sí lo abrí, la ternera en salsa me gusta mucho. Las perneras me dan un poco más igual, sin embargo las mías siempre acaban también en salsa.

Las necesidades básicas las cubren a la perfección las pes. Las viandas, claro está, han de ser también expulsadas. Pues bien, la “P” llega rauda y veloz a la ayuda del cagado para solucionar el problema, y hacer saber a El Páter, Lamama o quienquiera que ande cercano y pueda limpiarme el culo, que es hora de recambio.

- Pipí
- ¿Te has hecho pis? ¿Cambiamos el pañal?
- Pues...

Hecho, conversación zanjada con la p. Y uno limpio y seco.

Que las aguas han sido mayores:
- Pastel
- ¿Sí? ¿Quieres un dulce?
- Plasta
- Ah, que te has cagado.

Y solucionado, uno fresco y limpio todo primoroso y con una galleta reluciente en cada mano.

La p ayuda también como elemento de defensa. Digo Para, y tras varios rifirrafes –también es cierto- acaban dejándome tranquilo. Digo Paso, y consigo zafarme de esa absurda actividad que parecía querían imponerme. Digo Pesado, Pelma o Pringado y el tipo que me estaba tratando como a un monillo de feria queda desarmado y huye cabizbajo. Ah, ¡adoro esa letra!

Volviendo al ocio, sé que uno crece y los gustos cambian, al patinete y la pelota les seguirán los puzles, y después las pelis y las pizzas, así en combo. También con P se dicen otros interesantes “vicios”. No quiero decir con esto que uno vaya a caer, no… Pero ha de saber Lamama que estaré perfectamente capacitado para nombrarlos y decir No… Aunque yo soy más de decir Pues o Puede, ya saben….

Pero esto de aquí es para los días flojos. Por lo general prefiero esforzarme y aprender otros vocablos aunque no tengan lindas pes de por medio. Así puedo decir “culo” sin que la p se sienta traicionada. Y si la veo pocha, languideciendo allá a lo lejos, avocada al ostracismo, grito alto y fuerte: Pedo, culo, Pis… Y los dos nos reímos a pierna suelta (la p y el menda) aunque Lamama se tire de los pelos. 

martes, 12 de mayo de 2015

Siddharta o cómo ser un guiñapo con estilo

El páter alucina. Qué tío más genial. Anda que no han pasado ya días y aun me sigo riendo. Pues no va y dice que es la reencarnación de Siddharta. Sí, sí, así como lo oyen.

Si yo estoy que no quepo en mí ante tamaño dispendio de egolatría y disparate, imagínense Lamama. Pero como el rigor es importante –me lo recuerda un tal Inda cada semana- recularé ya mismo… Tal y cómo lo hizo el Páter cuando Lamama le aseguró que semejante sentencia era carne de blog.

- Si es que soy la reencarnación de Siddharta.
- ¿Pero tú te estás oyendo? Venga vale, lo que digas.
- Vale no… Soy lo más cercano a la reencarnación de Siddharta que tú has conocido.
- Que sepas que ahora tienes que medir más lo que dices
- Dilo, venga, ponlo en el blog; pero ponlo en contexto. A lo que yo me refiero es que no me gusta el fetichismo de la mercancía… Yo más bien soy del valor que tienen los productos por su utilidad
- …

Yo en ese momento me atraganté. Ya me daba igual Buda, Alá o Ganesha, el elefante ese con muchos brazos. Lo que me interesaba era el origen de aquéllos dictámenes. El delirio de grandeza –justificado, vale- del Páter tenía un germen que se resumía en mi vestimenta: camisetas, pantalones, bodies de todos los colores habidos. Parece que los anuncios de "Por fin llegó la primavera" -o el verano- de según qué establecimientos comerciales nada van a tener que ver conmigo. Desde bien joven se va a encargar el Páter de que no me haga un adicto a la moda.


Hace una calufa de escándalo en el pueblito costero. La chicharrera a la hora de almorzar es tan considerable que los lugareños se han preocupado de liberar sus carnes y tapar apenas esos puntos dignos de ser tapables por no sé qué mierdas del pudor –yo no tengo nada digno de tapar parece ser-. El pueblo ha sido subyugado por el periodo estival y el olor a salitre caliente embriaga toda la costa.

Y mientras la villa se viste con sus mejores galas, animada por un sol esplendoroso, yo no tengo malditas galas que ponerme.

Hace unos meses, cuando llegamos y dejamos la capital, con sus virus y sus bacterias, hacía por aquí un frío de cagarse. Bueno, no, no era para tanto, pero sí era lo más parecido al frío que yo he conocido (Páter dixit). Llegamos abrigados hasta las orejas, y mi maleta venía cargada de mangas largas, que Lamama había doblado con primor.

Contábamos con regresar antes, cuando aún el calor sofocante si acaso se vislumbrara en la lejanía. Pero los planes cambiaron: que si qué bien se está aquí, que si Elprenda ya está habituado a la escuelina y no vamos a cortarla ahora, que si aquí trabajamos mejor. Total que seguimos. Estamos en el pueblito costero como lo está también aquella lejanía, que ni siquiera ha mutado en cercanía sino en un “zas en toda la boca”.

- Hay que comprar al peque ropa de verano pero YA
- Qué dices, anda
- A ver, el tiempo ya ha cambiado del todo y no va a volver a refrescar
- Tú quieres camisetas cortas, pues yo te daré camisetas cortas.

Llevo toda mi vida escuchando hablar de recortes, y por fin ha llegado mi momento. Este nuevo Siddharta quiere cortar aquellas mangas largas que Lamama dobló con tanto esmero. Y yo voy a ir por el mundo con andrajos.

Páter me guiñó un ojo. Ahí fue cuando me atraganté. Pensaba: guiño, no, guiñapo.

Pero Páter no se amilanó, y continúo con su discurso… Blablabá… el valor de uso… blablablá… el valor de cambio… blablablá… las utilidades…. Blablablá… estamos subsumidos a la lógica del capital...
Y a medida que su letanía se hacía más intensa mi corazón se hacía más rojo y latía con más fuerza; y me daban ganan de rasgarme las vestiduras allí mismo. Darle razón de ser a mis flamantes incisivos de leche y zas zas zas, seccionar las mangas largas de un plumazo y quedarme más fresco que una lechuga.  

Parece que la arenga caló algo también en Lamama que torcía y destorcía el gesto.

- Bueno, podemos cortar alguno, pero también compramos tres o cuatro.
-Tú verás si quieres gastar
-Y cortarás los que yo diga
-¿Pero no te das cuenta que da igual que tenga un pulpo o un mono estampado? Lo que importa es su utilidad…

Así que así estoy, voy a ser la sensación de la escuelina. De todo el pueblito costero. Haré que la moda de los 80s de recortar todo lo recortable reaparezca.
Además, los grandes sí que tienen un porqué para reestructurar sus armarios (temporada fría, temporada caliente) pero a mí cuando vuelva el frío no me va a valer nada de esto, así que está bien darle más uso a las pamplinas estas que visto y calzo. Por lo único que lo siento es por si algún día tengo un hermano… Pero me voy a callar, no vaya a ser que el Páter quiera guardar las mangas y darles un remiendo si es que la prole sigue aumentando.

Ardo en deseos de estrenar mis “nuevas” camisetas y crear tendencia en la aldea. Que todos los niños y niñas vayan en busca de sus padres tijera en mano. Mientras, yo estaré meditando en la arena de la playa como si fuera mi padre mismo, el gran Siddharta… 

Y digo yo que menos mal que se reencarnó ese, si hubiese sido Ganesha habría el doble de mangas que cortar… 

domingo, 19 de abril de 2015

La placenta placentera

Cuando desperté el mundo todavía estaba allí, y así acontecieron los demás despertares, por lo que hube de habituarme y reconocer que su visión no correspondía al abuso de líquido amniótico. El mundo, lejos de rodearme y acunarme como lo había hecho el saco embrionario me ofrecía tan sólo una atmósfera lejana, parca e inalcanzable. No habría más vida placentera en la placenta.

Esa afirmación, inquietante, supe transformarla en acicate. Placentera-placenta: sin pensármelo dos veces me lancé a conocer las figuras literarias. Aliteración, zanjé. Así empezó mi búsqueda incansable de palabras. Traté de entender el lugar hostil que me abrigaba dando sentido a sus términos; buscando mensajes en cada letra, cada sílaba. Me estoy empleando a fondo y para el perímetro craneal que tengo no voy mal de vocabulario adquirido. 

Lo que ahora ando entrenando es el criterio pues lo que significa algo para mí, parece significar lo contrario para otros: justicia, transparencia, paraíso.

Qué mundo este, insisto. 



----------------------------

RETO #150 PALABRAS: 
PALABRAS, CRITERIO, VOCABULARIO

Con este post me estreno en la entrega dominical #150palabras. Bueno, Elprenda, que ha visto mis intenciones y se ha precipitado al teclado.

A Elprenda le gusta divagar de este mundo nuestro que anda conociendo de a poquitos. Como es un intenso, trata de hacerlo a grandes cucharadas. Lo hace aquí, pero ha pensado que cientocincuentapalabras pueden ser suficientes para un primer acercamiento. Porque pasan tantas cosas en el día a día, que nunca habrá suficiente para escribir. Eso lo tiene claro.

Se estrena. Nos estrenamos.


#150 palabras es una iniciativa de Marta (Diario de algo especial). ¡Pásate a conocerlo!

viernes, 27 de marzo de 2015

El rincón de pensar

Pensé que terminaría mi primera semana de escuelina sin grandes incidentes, y que Lamama recibiría un listado de "peás" (progresa adecuadamente) como la copa de un pino; pero esa niña me la ha tenido que liar. 

A quien se le ocurre venir a la escuelina -nido de gérmenes y bacterias propias de mocosos bandarrillas- con semejante pelazo. Porque sí, eso es lo que tiene esa niña en la cabeza. Pe-la-zo, y si no te gusta que te lo toquen, chica, pues no te vengas a la escuelina como si fueses a recoger el Goya a la Mejor Actriz Revelación.

Total que todo iba bien hasta hace un rato; yo, si acaso, miraba ese fenómeno de la naturaleza de soslayo pero seguía a lo mío. Pero quiso el destino caprichoso que para hacer no sé qué actividad de la que no me he empanado, me pusieran a la Panten Pruve al lado. Ha sido demasiado, y he comprobado cuál fuertes son los instintos a mi edad. 

Tengo la fuerza de voluntad de un mosquito


Lo que ha acontecido, pues ya se imaginan. Que si la nena llora, que si las profas se lamentan, que si mi mano tiene un manojo de pelambrera (pues no era tan fuerte ese pelazo, niña...), que si se suspende la actividad esa rara en la que por lo visto hablaban de emociones. Que si eso no se hace, que si tal. 

Total, que aquí Elprenda al Rincón de pensar. 

Y vaya si he pensado... Después de la correspondiente pataleta, vaya, que tampoco me voy a dejar ningunear a las primeras de cambio. 

He meditado que qué es eso de hacer cavilar a nadie en su primera primavera. A quien aún sigue tirando los objetos una y otra vez porque, aparte de saborear el enloquecimiento de Lamama, su memoria no da para mucho más y olvida sin ningún esfuerzo que ya lo había tirado antes. ¿Estoy genéticamente preparado para recapacitar a mi edad?

En esas andaba cuando empecé a escuchar a lo lejos no se qué patrañas del causa-efecto...

Sin embargo, he de reconocer que el Rincón de caca este donde me han colocado también me ha traído algunas alegrías. He recordado esta bitácora y me he relamido pensando que mis lectores se pondrían de mi lado ante tamaña injusticia. Y también he pensado que me merezco una sección. 

Ahora toca contárselo a Lamama, a ver si está de acuerdo en darme un espacio propio. Seguro que ahora, tras leer este post está blandita y no sólo me da una sección, sino el abrazodeoso más gigante del mundo. Seguramente que no era a esto a lo que se referían las profas castigadoras con lo de causa y efecto, pero este es el resultado al que yo sí quiero referirme. 

martes, 24 de marzo de 2015

Abuelos. Un primer acercamiento.

Siempre que Lamama me ha dicho "hoy vamos con la abuela al parque", he acabado en el Retiro persiguiendo a palomas, viendo el vaivén irrefenable de las hojas al viento (¡me conmueve!), y unas puestas de sol tan geniales que hacen pensar a uno que sólo por verlas esta vida ya vale la pena. Acabo normalmente en los columpios, unos aparatos que presiento sabrán darme grandes alegrías en un futuro. De momento, uno hace lo que puede, y necesita de Abuelagallina para probar el tobogán y los curiosos animales de madera que los niños grandes consiguen hacer galopar. Cómo disfruto con Abuelagallina. Me quiere tanto que es imposible no pasarlo pipa con ella. 

Cuando Lamama me dijo "hoy vamos con el abuelo al fonso", pasé una tarde de lo más expectante, imaginando colores imposibles y poderosos juguetes. Imaginé un Fonso una y otra vez. Con lagunas inmensas y naves interestelares aparcadas a lo lejos, dando al Fonso un horizonte de lo más apetecible y genial. Pasé varias horas en casa del abuelo, hasta que mis sospechas se materializaron. Esa tarde no visitaríamos el fonso. 

Ya en el coche, no pude refrenarla y la pataleta salió, explosionando en el ambiente, llenándolo todo de frustación y pena. Lamama alucinó al enterarse del motivo, y muy calmada me explicó que los fonsos no existen y que el plan de la tarde siempre había sido visitar al abuelo. Y punto. 

Al abuelo ALfonso. Todo junto, sin posibilidad de separación. 

Creo que esta ha sido la mayor de mis frutaciones en lo que va de vida. No te ofendas, abuelo, no es nada personal. Pero la imaginación de un chaval de mi quinta puede desbordar incluso las estadísticas más osadas. También me gusta estar en tu casa sin más, y pasar el rato a gusto contigo y los tíos. Y empezar a aprender las alineaciones. ¡Incluso las del Levante!, o ¡las del Manchester!. Lo que tú me pidas...

"El abuelo se llama Alfonso, Al-fon-so", repetía Lamama... es igual que la abuela Alicia, su nombre también empieza por Al, lo que pasa es que en el caso de la abuela forman sílabas distintas, A-li-cia.". Esa fue la explicación. Y punto. Y ni rastro de naves interestelares ni baobabs imposibles. 

También tengo otros dos abuelos. La abuelanonstop, y el abuelo Gafas. Ellos me sacan a pasear por el barrio donde se crió Páter. En muchas ocasiones revivo alguna de las historias de mi progenitor cuando era jovencito... El lugar donde vio un primer chute, el banco de los macarras del barrio. Por lo visto, fue el típico niño de los ochenta de barrio obrero. Y a mi me encanta que me cuenten esas historias que llevan a partes iguales adrenalina y nostalgia. 

Abuelanonstop tiene unas pilas e-nor-mes (después de la explicación que me dio Lamama sobre los nombres ahora me gusta remarcar las sílabas para dar potencia y fuerza al asunto). Así que no se cansa nunca de hablarme, tocarme y mirarme. Y me cuida. El abuelo Gafas cumple los requisitos del típico abuelo de cuento. Siempre está ahí, nunca me dice "no", me coge sin que ni siquiera tenga que pedirlo. Me cuenta historias de la luna. Y además, tiene un nombre de lo más fácil. Se llama "Gafas", como una de las palabras que antes he aprendido a fuerza de "noes" cuando quiero tirar al suelo las de Lamama. Es fácil acordarse del nombre del abuelo porque, efectivamente, él también lleva gafas. Así que imagino que lo que he aprendido es su apodo. 

Y estos son mis abuelos. Yo tenía entendido que Lamama quería hacer un post sobre abuelos, pero menos personal, más en plan "Abuelos: funciones y necesidades", o "Abuelos: permisividad y límites". Así que esas chorradas las dejo para ella, y yo me dedico a lo que me toca, que es explicar de primera mano cómo son los míos, y qué es lo que hacen. 

¡Ayyy, caca! También la he cagado con el otro abuelo. Resulta que Lamama me acaba de dar otra explicación de esas suyas para sacarme del error. 

Mi abuelo se llama Rafa. Y punto. 

¡Ay!

He estado tentado de borrar esa parte del Gafas, por temor al qué dirán: "Pues ya está este otra vez metiendo la pata". Pero, chicos, luego he pensado que no, que bastante tengo yo ya con saber hacer entradas a mi edad. Así que haciendo alarde del objetivo buscado con el blog, relativizo. Además, llevo más de tres días con esta entrada... ¡como para ponerme ahora a editar! 

A modo de conclusión diré: Viva mi Abuelofurgol, Gallina, Nonstop y viva Rafa, el gafas. Y punto.


jueves, 19 de marzo de 2015

Comenzamos

Lamama andaba un poco nerviosa con su nuevo proyecto y yo barruntaba que algo se andaba cociendo. Estaba así, como pensando, con esa cara que pone ella girando los ojos de derecha a izquierda. Dice Lamama que si se ponen los ojos mirando al infinito y desviados a la derecha, se crea. Si los ojos se desplazan a la izquierda, se recuerda.

No le ha quedado otra que contarme porque yo, de las pocas cosas que he aprendido en estos días en la Tierra es a poner cara inquisidora. Nací con el ceño fruncido; podía estar de lo más relajado en esa cesta de mimbre que me endosaron, que la raya horizontal lucía enérgica, profunda e insolente, dándome un semblante de pequeño gran hombre. Bien mirado fue uno de los mejores regalos que me brindó la madre naturaleza porque me ayudó a ganarme el respeto a las primeras de cambio. Con los meses la señal se fue apagando y mi cara se ha dulcificado (o eso dicen) pero, homenajeando aquéllos días de primeros descubrimientos, a veces la saco a relucir. Por un lado me sirve para recordar cómo era mi faz en mis tiempos mozos; por otro me viene muy bien, por ese barniz escrutador que recoge mi rostro y que pone nerviosa a Lamama, que es incapaz de negarme lo evidente: Vale, está bien. Te lo cuento.

Hay muchos blogs de maternidad, sí. Infinitos. Pero ella en este tiempo que lleva conmigo no se ha cansado de preguntar en internet y examinar opiniones de otras blogueras y foreras que estremecidas, ilusionadas, despistadas, taciturnas y dormidas compartían sus opiniones,  encuentros y desencuentros en este apasionante mundo de la maternidad. Cualquier conclusión parecía incompleta por lo que entraba en estado de flujo al navegar vivaz de una página a otra. “Igual ha llegado el momento de compartir mis propias andanzas”, me ha espetado.

¡Pero cómo podría ni siquiera pensar en callarse este bombazo! Si lo quiera o no, ¡Soy yo el protagonista! Lamama cree que no, que la protagonista es ella… sus neuras, sus contradicciones, sus humores… (blablabla) Yo insisto en que ella más bien tendrá un personaje antagónico.
Como no nos poníamos de acuerdo, pero al fin y al cabo, esta bitácora sucede de una u otra forma gracias a mí, hemos acordado que yo me encargarse de esta primera entrada. No quiero mentiros, ando un poco intranquilo desde que he conocido que mis vivencias se harán públicas. Llevo pocos días por estos mundos pero no se necesita un máster para conocer que a la gente le encanta darle al pico. Sin embargo, me servirá para conseguir mi primer objetivo vital: relativizar. A Lamama le va encantar esto cuando lo lea, porque creo que también es una de sus metas.

Sobre el título del blog… pues sí, efectivamente no me he andado con chiquitas porque  si hay que relativizar… ¡pues hagámoslo con gracia! Al principio me ha costado contarle a Lamama cómo creía que debería llamarse esta bitácora, he empezado haciendo un circunloquio… que si ¿Te acuerdas cómo te pusiste cuándo la abuela me espetó mi primer trozo de pan duro? Que si cómo reaccionaste cuando te subió la leche… Parecía que estaba asintiendo así que no me lo he pensado dos veces y  he sido directo: “Mira, que como andas un poco del ala, pues que seamos claros”, le he dicho. Así que cuando he sacado a relucir la palabra frenopático, no le ha quedado otra que sorber, suspirar y esbozar una sonrisa. Entonces nos hemos mirado con esos ojos profundos que sólo nosotros sabemos ponernos y hemos dejado escapar la lagrimita.

Comenzamos.