lunes, 6 de abril de 2015

Marchando una de tiempo

El status de madre le da a una una larga retahíla de experiencias, que bien mirado podrían llegar a convertirse en grados. De éstas,  hay una que bajo mi punto de vista de mamápseudoinexperta-uf-uf-uf, destaca sobremanera de las otras, y se resume en una palabra: tiempo.

Que has de dedicarle a tu retoño,

Que has de dedicarle a tu pareja,

Que has de dedicarte a ti.

Que degustas y saboreas cuando lo tienes… Suele suceder cuando Elprenda está en la escuelina, con los abuelos o de siesta. Y que paladeas con mayor intensidad si cabe cuando el pequeño regresa, pues has podido dedicarte a tu otro mundo y te zambulles en el nuevo con un amor desmedido.

El grado llega cuando empiezas a conocer las posibles divisiones del tiempo; y eres capaz de encajar los espacios, convirtiendo tus días en fases.

Y esta es la teoría.

Es como con el examen de conducir, que puedes aprobar el teórico a la primera, pero en el práctico te saltas los stop y tienes que dar tres vueltas en la rotonda porque no encuentras el momento de salirte. O estás a punto de chocarte con otro porque no le ves… como le pasó a una que coincidió en mi día (en uno de mis días). “No lo vi”, decía… Y resulta que el otro era una hormigonera.

Ah, maternidad divino paseo de rosas.

¡Ja! El tiempo se ríe de las madres; día tras noche. Y el reloj sigue girando y girando… Y Elprenda mirándolo y mirándolo… y relamiéndose como hace siempre con todo lo que gira y se voltea. El tiempo y Elprenda agarrados, amigos, muriéndose de risa de Lamama que llega a duras penas a las pequeñas metas cotidianas.

Pero entonces sucede, y los planetas se alinean y tu fase comida coincide con su fase siesta, y el sueño supera a los entrantes para rendirse ante el plato principal y los postres. Es entonces cuando sí que saboreas, en forma de paella, tartín y gambas.

Y que corra el vino… como los minutos, qué quieren que les diga.

Pues que mañana será otra fase y volverá una a sentarse tranquila y sosegada mirando a los espejos retrovisores; metiendo la marcha; calando y revolucionando al más pintado para aparcar a duras penas –intranquila y alterada- pero sana y salva. 

Ah, y feliz, que no es poco.


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