El status de madre le da a una una larga retahíla de
experiencias, que bien mirado podrían llegar a convertirse en grados. De éstas,
hay una que bajo mi punto de vista de
mamápseudoinexperta-uf-uf-uf, destaca sobremanera de las otras, y se resume en
una palabra: tiempo.
Que has de dedicarle a tu retoño,
Que has de dedicarle a tu pareja,
Que has de dedicarte a ti.
Que degustas y saboreas cuando lo tienes… Suele suceder
cuando Elprenda está en la escuelina, con los abuelos o de siesta. Y que paladeas
con mayor intensidad si cabe cuando el pequeño regresa, pues has podido dedicarte
a tu otro mundo y te zambulles en el nuevo con un amor desmedido.
El grado llega cuando empiezas a conocer las posibles
divisiones del tiempo; y eres capaz de encajar los espacios, convirtiendo tus
días en fases.
Y esta es la teoría.
Es como con el examen de conducir, que puedes aprobar el
teórico a la primera, pero en el práctico te saltas los stop y tienes que dar
tres vueltas en la rotonda porque no encuentras el momento de salirte. O estás
a punto de chocarte con otro porque no le ves… como le pasó a una que coincidió
en mi día (en uno de mis días). “No lo vi”, decía… Y resulta que el otro era
una hormigonera.
Ah, maternidad divino paseo de rosas.
¡Ja! El tiempo se ríe de las madres; día tras noche. Y el
reloj sigue girando y girando… Y Elprenda mirándolo y mirándolo… y relamiéndose
como hace siempre con todo lo que gira y se voltea. El tiempo y Elprenda
agarrados, amigos, muriéndose de risa de Lamama que llega a duras penas a las
pequeñas metas cotidianas.
Pero entonces sucede, y los planetas se alinean y tu fase
comida coincide con su fase siesta, y el sueño supera a los entrantes para rendirse
ante el plato principal y los postres. Es entonces cuando sí que saboreas, en
forma de paella, tartín y gambas.
Y que corra el vino… como los minutos, qué quieren que les
diga.
Pues que mañana será otra fase y volverá una a sentarse
tranquila y sosegada mirando a los espejos retrovisores; metiendo la marcha; calando y revolucionando al más pintado para aparcar a duras penas –intranquila y
alterada- pero sana y salva.
Ah, y feliz, que no es poco.
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