El páter alucina. Qué tío más genial. Anda que no han pasado
ya días y aun me sigo riendo. Pues no va y dice que es la reencarnación de
Siddharta. Sí, sí, así como lo oyen.
Si yo estoy que no quepo en mí ante tamaño dispendio de
egolatría y disparate, imagínense Lamama. Pero como el rigor es importante –me lo recuerda un tal Inda
cada semana- recularé ya mismo… Tal y cómo lo hizo el Páter cuando Lamama le
aseguró que semejante sentencia era carne de blog.
- ¿Pero tú te estás oyendo? Venga vale, lo que digas.
- Vale no… Soy lo más cercano a la reencarnación de Siddharta que tú has conocido.
- Que sepas que ahora tienes que medir más lo que dices
- Dilo, venga, ponlo en el blog; pero ponlo en contexto. A lo que yo me refiero es que no me gusta el fetichismo de la mercancía… Yo más bien soy del valor que tienen los productos por su utilidad
- …
Yo en ese momento me atraganté. Ya me daba igual Buda, Alá o
Ganesha, el elefante ese con muchos brazos. Lo que me interesaba era el origen de
aquéllos dictámenes. El delirio de grandeza –justificado, vale- del Páter tenía
un germen que se resumía en mi vestimenta: camisetas, pantalones, bodies de
todos los colores habidos. Parece que los anuncios de "Por fin llegó la primavera" -o el
verano- de según qué establecimientos comerciales nada van a tener que ver
conmigo. Desde bien joven se va a encargar el Páter de que no me haga un adicto
a la moda.
Hace una calufa de escándalo en el pueblito costero. La
chicharrera a la hora de almorzar es tan considerable que los lugareños se
han preocupado de liberar sus carnes y tapar apenas esos puntos dignos de ser
tapables por no sé qué mierdas del pudor –yo no tengo nada digno de tapar parece ser-. El pueblo ha sido
subyugado por el periodo estival y el olor a salitre caliente embriaga toda la
costa.
Y mientras la villa se viste con sus mejores galas, animada
por un sol esplendoroso, yo no tengo malditas galas que ponerme.
Hace unos meses, cuando llegamos y dejamos la capital, con sus virus y sus bacterias, hacía
por aquí un frío de cagarse. Bueno, no, no era para tanto, pero sí era lo más
parecido al frío que yo he conocido (Páter dixit). Llegamos
abrigados hasta las orejas, y mi maleta venía cargada de mangas largas, que
Lamama había doblado con primor.
Contábamos con regresar antes, cuando aún el
calor sofocante si acaso se vislumbrara en la lejanía. Pero los planes cambiaron: que
si qué bien se está aquí, que si Elprenda ya está habituado a la escuelina y no
vamos a cortarla ahora, que si aquí trabajamos mejor. Total que seguimos. Estamos en el pueblito costero como
lo está también aquella lejanía, que ni siquiera ha mutado en cercanía sino en un “zas en
toda la boca”.
- Qué dices, anda
- A ver, el tiempo ya ha cambiado del todo y no va a volver a refrescar
- Tú quieres camisetas cortas, pues yo te daré camisetas cortas.
Llevo toda mi vida escuchando hablar de recortes, y por fin
ha llegado mi momento. Este nuevo Siddharta quiere cortar aquellas mangas largas que Lamama
dobló con tanto esmero. Y yo voy a ir por el mundo con andrajos.
Páter me guiñó un ojo. Ahí fue cuando me atraganté. Pensaba:
guiño, no, guiñapo.
Pero Páter no se amilanó, y continúo con su discurso…
Blablabá… el valor de uso… blablablá… el valor de cambio… blablablá… las
utilidades…. Blablablá… estamos subsumidos a la lógica del capital...
Y a medida que su letanía se hacía más intensa mi corazón se
hacía más rojo y latía con más fuerza; y me daban ganan de rasgarme las
vestiduras allí mismo. Darle razón de ser a mis flamantes incisivos de leche y
zas zas zas, seccionar las mangas largas de un plumazo y quedarme más fresco
que una lechuga.
Parece que la arenga caló algo también en Lamama que torcía
y destorcía el gesto.
-Tú verás si quieres gastar
-Y cortarás los que yo diga
-¿Pero no te das cuenta que da igual que tenga un pulpo o un mono estampado? Lo que importa es su utilidad…
Así que así estoy, voy a ser la sensación de la escuelina.
De todo el pueblito costero. Haré que la moda de los 80s de recortar todo lo
recortable reaparezca.
Además, los grandes sí que tienen un porqué para
reestructurar sus armarios (temporada fría, temporada caliente) pero a mí
cuando vuelva el frío no me va a valer nada de esto, así que está bien darle
más uso a las pamplinas estas que visto y calzo. Por lo único que lo siento es por
si algún día tengo un hermano… Pero me voy a callar, no vaya a ser que el Páter
quiera guardar las mangas y darles un remiendo si es que la prole sigue
aumentando.
Ardo en deseos de estrenar mis “nuevas” camisetas y crear
tendencia en la aldea. Que todos los niños y niñas vayan en busca de sus padres
tijera en mano. Mientras, yo estaré meditando en la arena de la playa como si
fuera mi padre mismo, el gran Siddharta…
Y digo yo que menos mal que se reencarnó ese, si
hubiese sido Ganesha habría el doble de mangas que
cortar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario