Últimamente pienso en los detalles. Me dejó cavilando eso del
cambio y el recambio. “¿Cambiamos el pañal?”
me espeta Lamama. Quitarme el pañal y
enchufarme otro, ya sin caca, sí, pero de igual corte y confección y que será
reemplazado por otro exacto en cuanto tenga yo a bien volver a hacer de vientre,
no es un cambio. Es un recambio en toda regla. Y todo se extrapola, también
para este enorme pañal llamado mundo. Nos mean, señores… nos desbordan de
mierda, nos enchufan un pañal nuevo y a correr.
Los recambios de pañal son un momento interesante para mis
pequeños soliloquios. Hace unos días he descubierto que tengo cola, o al menos
he empezado a hacerla caso. Cuando ya anda bien limpita, hago una de romanos:
me agarro las pelotas con la mano derecha, juro decir la verdad, y testifico. Empiezo
a largar a Lamama o al Páter todo lo que me está pasando, cómo veo esto y
lo otro, y lo de más allá. Declaro y explico mis pequeños aconteceres en lo
físico y lo moral. Ah, por cierto, Lamama ha jurado, sin agarrarse nada, que
tratará de hablar con propiedad y sólo se referirá a cambios de paquete cuando
me vista con el paño azul playero, adornado de peces de colores. En lo
habitual, hablaremos de recambio. Evitaremos así las falsas expectativas y no
desbordaré de alegría pensando en baños en la playa a no ser que efectivamente
toquen.
He escuchado ya más de una vez… ¿Y qué será éste cuando crezca?
Pues éste no lo tenía muy claro hasta hace poco, pero este mundo absurdo y sus
pequeños héroes le están dando ideas. Quiero ser anarquista. Sólo pensar en esa
doble vida de la que hablaba Lucio Urtubia me pone a cien. ¡Qué viva la
libertad absoluta del hombre y del ciudadano! No quiero hacer, ni mucho menos,
apología del descontrol pero ¿Acaso ahora con control hay libertades? Esto me lleva de nuevo a hablar de los detalles… palabras parecidas pero radicalmente
opuestas:
Libertad no es libertinaje. Que no señores, que no es lo
mismo. Que usted no tiene derecho a gastar el dinero del prójimo en vicio,
impudicia e indecencia. Que no.
Ni que hablar del posible parecido entre liberal y
libertario. ¡Ja! El lenguaje es lo que tiene.
Lamama y Páter también serían anarquistas, ya saben.
Uff, otra vez se me ponen los pelos –los cuatro que tengo-
como escarpias. Así paso yo los días, de susto en susto, de exabrupto en
exabrupto. ¿Comprenden ustedes por qué me quiero hacer anarquista? Lucio dice
que el anarquismo hoy en día tiene más sentido que nunca. Pues a ver si nos vamos enterando. A ver si las generaciones venideras no estamos tan
confundidas y vamos hablando con propiedad. Yo, ya les digo que estoy en ello,
dale que te dale estudiando el palabrerío ahora que soy una esponja (como Bob) –y
que su esfuerzo me cuesta, ya les dije-
En fin, que el estudio del lenguaje me está haciendo los
días mucho más llevaderos. De una cosa salto a otra y vuelta a empezar. La
semántica me tiene fascinado, y hace que me pregunte por qué existen palabras
totalmente distintas en su morfología pero aun así la gente las confunde.
Expropiar no es robar. Claro ejemplo.
Si quiero ser anarquista tengo que buscarme un sobrenombre. No
porque los grandes anarcosindicalistas lo hayan tenido, pues ellos eran
conocidos por sus apellidos. Pero me apetece. En realidad, el que me gusta es
Malatesta. Me rechifla porque no deja muy claro si uno es anarca o un pirata,
profesión que todo hay que decirlo, también me he planteado. Como ya está
pillado, seguiré pensando…
Si es que me dejan ¿Han oído hablar del pensamiento único?
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