-Tita 1: ¡Vamos a poner este vestido a la nena!
-Tita 2: Ese, ese, sí
-Prima: Nooo!! Quiero ete. Ete.
-Titas: Pero no hija, ese es horrible, no...
-Prima: Mamá guta, mí guta!!
Es el principio de la justicia materno-filial resumido en cinco líneas.
La seguramente abnegada madre, teniendo que tragar carros y carretas de pucheros, pataletas, noes, cacas y noches en vela ve su esfuerzo recompensado en forma de respeto y devoción.
Sí, mamá, lo que tú digas, mamá, qué mierda sabrán las titas estas de moda y estilo.
Imagino la misma situación sin las titas de por medio, y siendo la devota madre la que de buenas formas quisiese vestir a la nena:
-Ja, mamá. Ponte tú tu caca de vestido.
Supongo que la divina justicia materno-filial sigue a rajatable el refrán de "en casa del herrero cucharita de palo", pero luego... de puertas afuera, que no me toquen la estirpe... Que mamá sólo hay una, y hortera lo será tu padre.
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