viernes, 20 de marzo de 2015

¿Liberados?

Hoy ha sido el día. El despertador sonó a las siete y media, puntual. Elprenda de mi niño recibió esta novedad risueño, expectante. Y saltamos todos de la cama, tras un poco de snoozer, como debe de ser. 

Desayuno: bien. 
Humor: correcto. 
Velocidad: ajustada.
Mochila: preparada.
Estamos. 

El primer día de guardería de un infante es un reto mayor para el progenitor que para el hijo. Llevaba estos últimos días pensando lo liberada que habría de sentirme a partir de este momento, y sin embargo, ayer aún estuve a punto de recular. 

Pero ha sucedido, y está sucediendo a la par que escribo esta entrada. Mi retoño ha sido retenido en la única escuela infantil de este pueblo marítimo que nos acoge. Las mismas paredes que guardan y miman a todos los locos bajitos del lugar en edad de merecer cuidados propios de un kindergarten. 

Ya habíamos visitado antes esta escuelina (Uoohh... Elprenda ¡va a aprender catalán!) A tiempo de informarnos que el pequeño inscrito debía tener el año de edad cumplido; no sé muy bien si por temas de permisos o qué historias. Así que fuimos pacientes y aguardamos la ansiada fecha antes de anunciar las buenas nuevas al afectado. "Estas inscrito, prenda mía", ya es oficial. 

Los nervios han crecido esta mañana, a tiempo de comprobar que mi pequeño es el más bajito y el único que aún necesita de sus cuatro extremidades para conseguir estabilidad. El más pequeño, sí, ese es él con su primera primavera recién recibida. Parece ser que la mayoría de los infantes eran del segundo año, y de momento sólo habían llegado dos que compartirán aula con él. En breve comprobaré como de diestros y altos son sus compañeros oficiales. 

Sin embargo, he de decir que lejos de lo que pudiera parecer, lo he llevado mejor que el padresinpreocupacionesencantadodevivirenestastierrasesmuyfácilyaverás.

Páter se ha dedicado a rellenar la ficha del vástago mientras yo he quedado encargada de acompañarle en sus primeras presentaciones (Isaac -el alto-, Mirta -la alta-, Erick (el alto 2)...) Así que ha quedado más preocupado por el caos de la primera impresión que una servidora, que a pesar de dejar a su bebé a merced de un grupo de nenes maduros y experimentados, ha podido comprobar los exquisitos modales escondidos tras semejante vorágine. 

Ya en el coche, sólo podía escuchar "Ay, mi chiquitito", "Ayyy". Pero con las mismas he metido la marcha hasta un café, reemprendiendo así la vida que un día tuve en la que podía mirar hacia una misma dirección más de un minuto. 

Pero ya estoy inquieta, he de pagar y rescatar a mi heredero. Ya se sabe, el primer día no hay que engorilarse, no vaya a ser que me saque su raya escrutadora a relucir... 


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